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martes, 13 de octubre de 2015

PEREZA


Se levanta cada día cuando el sol alcanza su punto más alto. Se dirige al baño y mira con desgana a la ducha plagada de moho… mañana mejor, hoy no tiene ganas. 
Se pone la misma ropa de ayer o de anteayer, no lo recuerda muy bien, pero se la suda. Va a la cocina y abre la nevera. Sólo hay zumo de piña del que bebe directamente del cartón, sin reparos, pues nadie más iba a beber de ahí. Como de costumbre, llama para pedir comida a domicilio.

Había engordado 20 kilos desde el día fatídico, pero no le importó porque nadie más se fijaría en él, así que lo asumió y continuó con su repugnante vida de mierda. 
Todavía acumula basura en la habitación de matrimonio: envoltorios, restos de comida… incluso la ropa sucia estaba revuelta con las pesadas bolsas negras. El caos reina en aquella casa. Insectos y roedores corren de acá para allá a sus anchas, porque también le da pereza cerrar esa puta ventana. Mira a esa gran montaña de desechos y recuerda el día del incidente.


Su esposa no dejaba de gritarle, insultarle, menospreciarle delante de sus colegas; e incluso llegó a golpearle en la cara un día en casa de sus padres porque no le apetecía comerse el brócoli. 
¡Puto brócoli que huele a mierda! 
¡Puta ella!, que lo trataba como basura… 

Mató a su esposa al llegar a casa y la descuartizó con un serrucho, metiendo sus miembros inertes en diferentes bolsas oscuras, opacas. Y ahora, después de dos meses, todavía le da pereza quitar sus pedazos podridos de la habitación. 



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